Mujer, árbitro y modelo

A sus 26 años, la italiana Elena Tambini (1989) está considerada la mujer árbitro más hermosa de su país. Hasta hace un año era casi una desconocida, pero su participación en un reportaje emitido en Inglaterra le otorgó una popularidad totalmente inesperada.

En cuestión de días, esta morena de larga melena y amplia sonrisa ocupó páginas de periódicos y protagonizó más de un reportaje, en los que se dio a conocer al gran público.

Además del fútbol, Elena trabaja como relaciones públicas y responsable de comunicación en una agencia de eventos de Milán, en la que también ha ejercido como modelo ocasional.

Su lema en twitter es toda una declaración de intenciones: “Lo que te define no es tanto lo que eres, sino lo que haces”.

Y lo que esta joven hace cada fin de semana es arbitrar en la Liga Interregional Lombarda partidos de fútbol aficionado, además de encuentros de la competición femenina. Pese a todo, su sueño es arbitrar en la Serie A del Calcio, así como torneos internacionales… e incluso llegar a un Mundial. Tambini también es la responsable de formar a nuevos árbitros en la región de Como, al norte de Italia, donde reside.

Sobre el césped, esta joven se ha ganado el respeto de grada, técnicos y jugadores. Y no se rinde en su lucha por la igualdad, porque si muchos árbitros masculinos dirigen partidos de fútbol femenino, ¿por qué no puede suceder lo contrario?

La historia de Tambini, no obstante, ya está superada en muchos otros países europeos. En Alemania, Inglaterra y Francia, por ejemplo, ya hay mujeres que arbitran en ligas profesionales masculinas. Lo mismo sucede en España, como demuestra el caso de Marisa Villa, quien en 2007 alcanzó la Primera División.

O Judit Romano, que recientemente ha participado como jueza de línea en partidos de la Liga Adelante. Mucho antes, hace más de 30 años, hubo auténticas pioneras como Rosa Bonet, primera mujer árbitro del fútbol español.

Mientras espera a que llegue su oportunidad, Elena Tambini seguirá en el fútbol amateur demostrando que la belleza no es incompatible con arbitrar con rigor, seriedad y profesionalidad un encuentro, por muy modesto que sea.